Las cuatro paredes de tu vida, de repente se derrumban para
dejarte ver el sol, dejar que un soplo de vida inunde tus sentidos y te haga
salir de una rutina sin fin. Esos momentos o esas personas que amaste, cuando
acaban te dejan congelado en el tiempo, sin capacidad de reacción posible ante
los nuevos acontecimientos que acaecen en tu vida.
La sensación de que estamos persiguiendo fantasmas nos acosan
durante este tiempo, fantasmas que no dejamos morir, que nos gusta tener como
una sombra adosada a nuestro cuerpo, como si nos guardaran de tener que tomar
de nuevo las riendas de nuestra vida. Tan sólo dejando que mueran, que
continúen su camino, podremos dejarnos fluir, y no cargaremos con ese peso a la
gente que nos rodea.
Podemos continuar
nuestro camino o seguir viviendo este día sin fin, al fin y al cabo nosotros
tenemos la decisión en nuestra mano, si de algo me he dado cuenta es de que hay
que dejarse querer, no cerrar la puerta de nuestra vida, o, cuando ya no haya
vuelta atrás, nos arrepentiremos de no haber salido del día de la marmota.
Yo creo que debemos dejar entrar los rayos de sol en nuestra vida, que para vivir en la rutina siempre nos quedará tiempo.
ResponderEliminarSi después de haber dejado entrar los rayos de sol, todo se acaba y el tiempo se congela, por lo menos, se habrá intentado. Y ya se sabe: quien no arriesga, no gana.
Tan sólo debemos de darnos cuenta.....
ResponderEliminarY eso creo que es lo más dificil...
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